Coquito era la imagen viva del soltero empedernido, además gritaba a los cuatro vientos que no tenía la más mínima intención de enseriarse con nadie y mucho menos casarse, sin embargo, siempre afirmaba que ser padre era uno de sus sueños más anhelados, mientras argumentaba al mismo tiempo: “para eso… y para lo otro no hay que casarse”. Pero olvidó algo: “LA LENGUA ES EL CASTIGO DEL CUERPO”. Llegó la mujer que le desordenó el cerebro, le alborotó el corazón y le zarandeó la vida.
Ahora solo falta saber si… ¿Se CASÓ o lo CAZARON?
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